Mi experiencia con Mistress Furia Fuego ❤️🔥
Iba a ser mi primera sesión con ella, un momento que había estado esperando durante mucho tiempo. Por fin, el día llegó y mis fantasías estaban a punto de hacerse realidad.
Tenía muchas ideas en mente, pero no sabía con certeza qué elegir para una primera sesión. Al final, opté por una experiencia equilibrada entre el dolor y el placer.
Cuando llegó el día esperado, tuve que viajar desde lejos para encontrarme con ella. Estaba atenta a cada detalle del trayecto, nerviosa por la emoción y porque no quería que nada retrasara nuestro encuentro. Llegué puntual y me quedé esperando. En el fondo, estaba tranquila, sabía que me entregaría completamente a ella, dispuesta a ponerme a sus pies de la mejor forma posible.
Cuando abrió la puerta, me quedé impresionada por su presencia. Estaba magnífica, vestida de látex de pies a cabeza, con unas botas negras brillantes que la hacían aún más imponente. Mi corazón se aceleró al instante.
Bajamos y me ordenó quitarme la ropa para ducharme. Podía intuir lo que pasaría, pero la incertidumbre lo hacía aún más emocionante. Ese misterio, el no saber exactamente qué ocurrirá, te mantiene en alerta, en un estado de intriga, tensión y excitación constante.
Estar con ella era simplemente mágico. En cada movimiento, en cada gesto, me envolvía en un ambiente especial.
Me llevó a la cama y comenzó a jugar conmigo. Todo era cómodo, me sentía a gusto... hasta que empezó a presionar mi cuello. Me gustaba la sensación, pero en un instante todo cambió: desaparecí.
De repente, "ya no estaba allí". Perdí el conocimiento por unos instantes, aunque para mí fue como si hubiera pasado mucho más tiempo. Todo se volvió oscuro, como si estuviera en otro lugar, en otro momento, o despertando de una siesta profunda.
Poco a poco, volví a conectar con mi respiración. Lo oscuro cobró luz y color, y ahí estaba ella: una diosa, mirándome con intensidad. Me sentí un poco desorientada, pero enseguida supe dónde estaba.
Me preguntó si estaba bien y le aseguré que sí. No sentía malestar ni dolor, solo una sensación de desconcierto pasajera.
Luego me levanté y la verdadera acción comenzó. Sacó una pala de pinchos y me puso en el cepo, con el trasero en pompa. Entonces, empezó a azotarme, aumentando la intensidad progresivamente hasta hacerme sangrar. A pesar del dolor, estaba a gusto. Cada impacto, aunque ardía, lo recibía con gratitud. Aguantarlo era un honor frente a esta impecable diosa.
Pero la sesión no terminaba ahí. Me liberó del cepo y me ató a la cruz de San Andrés. Tomó su pequeño pero poderoso látigo rojo y empezó a marcar mi piel con cada chasquido.
—Abre las piernas —ordenó.
Obedecí, y entonces su puntería hizo lo suyo. Cada golpe aterrizaba donde más dolía, provocando en mí un fuego interno que solo podía avivarse con cada azote.
Cuando finalmente me liberó, me llevó al potro. Ahí, sin tregua, comenzó a usar un dildo en mí mientras me azotaba con una pala. El dolor y el placer se mezclaban de una forma indescriptible, llevándome al límite.
Después de quedar completamente destruida por ella, la sesión culminó en la ducha. Y como cierre perfecto, recibí su maravillosa lluvia dorada con gratitud absoluta.
Qué sesión tan increíble, Mistress. Solo puedo estar infinitamente agradecida. Gracias de todo corazón.
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